Dicen que los políticos son el reflejo de la sociedad. Si eso es cierto, entonces Yolanda Díaz es el espejo roto que nadie se atreve a reparar. Aferrada a su sillón como si le fuera la vida en ello, es perfectamente consciente de que esta es su última oportunidad de jugar a ser política. Ni siquiera en su tierra, Galicia, la quisieron nunca. Ya lo dejaron claro en las últimas elecciones, y no es la primera vez que le pasa. Cual emigrante político, tuvo que escapar a Madrid, donde esperaba que la ignorancia del resto del país sobre su figura le abriera puertas. Y vaya si lo hizo.
Pero ahora, su última genialidad ha llegado: retirar ayudas a las pymes si no apoyan su quimérica reducción de la jornada laboral por ley. ¡Genial idea! Todos sabemos que los autónomos y pequeños empresarios, esos seres de fantasía que solo existen en el mundo de Heidi, están nadando en dinero. ¿Quién necesita trabajar tantas horas cuando pueden ganar lo mismo por menos trabajo? En el mundo idílico de Díaz, los negocios se gestionan solos, los pagos se hacen mágicamente, y las cuentas cuadran por arte de magia. ¡Qué viva la imaginación!
Lástima que, en el mundo real, las pymes y los autónomos ya están con el agua al cuello. Si a día de hoy apenas pueden llegar a final de mes, no quiero ni imaginar lo que será de ellos con la jornada reducida. El alquiler del local, los salarios de los empleados y las facturas seguirán llegando con la misma puntualidad, pero con menos horas trabajadas para generar ingresos. Pero bueno, esos pequeños detalles son insignificantes cuando vives en las nubes, ¿verdad, señora Díaz?
Y aquí es donde la historia se vuelve interesante. Los españoles tenemos una paciencia proverbial. Aguantamos. Mucho. Hasta que, un buen día, decimos basta. Y cuando lo hacemos, la respuesta es brutal. Lo que Yolanda no sabe es que lo que está gestando es una huelga histórica, la primera huelga de autónomos y pymes en este país. Y no será una huelga cualquiera. Será una huelga de los «empresarios» pequeños autónomos, «privilegiados» que trabajan más horas que nadie, que pagan religiosamente sus cuotas sin recibir nada a cambio, que cada día sudan para que sus empleados cobren antes que ellos.
Esos «privilegiados» que no tienen derecho ni a un par de días de baja, mientras ven cómo cualquier irregular recién llegado puede acceder a más prestaciones. Esos «afortunados» que, a fin de mes, tras haber cubierto los salarios, los impuestos, el alquiler y el recibo de autónomos, se dan el lujo de quedarse con lo que sobra… si es que sobra algo.
Para Yolanda, los autónomos son simples peones en su juego de poder. Lo que no ha entendido es que, esta vez, se enfrenta a la realidad. Y la realidad es que cuando esos negocios, comercios y pequeñas empresas cierren indefinidamente en señal de protesta, será ella la que se quede sola, en su sillón, en un país que ya no la soporta, viendo como las calles se inflaman debido a su sonada incompetencia.
Yolanda, ha llegado la hora de que te vayas. Tu tiempo ha pasado. Y por favor, no olvides llevarte contigo al gran maestro de ceremonias, el artífice de todo este desastre: Pedro Sánchez, el gran timonel de esta nave que se hunde. Al final, todos sabemos que eres solo una pasajera más en el Titanic de la política española.
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