En la gran carpa de la política española, Pedro Sánchez no solo ha conseguido el papel principal, sino que además se ha convertido en un verdadero malabarista, capaz de realizar piruetas fiscales dignas del Circo del Sol. En un acto que desafía toda lógica y sentido común, el presidente ha decidido que es perfectamente compatible romper el equilibrio presupuestario entre regiones, concediendo un jugoso cupo catalán a cambio de su apoyo, y al mismo tiempo, prometer que va a hacer pagar más a aquellos que “tienen más”. Porque, claro, en este show, la coherencia es lo de menos.
Por un lado, tenemos el cupo catalán, una especie de “todo incluido” en el gran hotel España, donde Cataluña, con su barra libre de beneficios fiscales, puede disfrutar a costa del resto de comunidades. Que nadie se confunda, no es que Cataluña haya ganado un premio en la lotería fiscal, es simplemente que Sánchez ha decidido repartir las cartas de manera que su mano gane siempre. Mientras tanto, las otras regiones pueden esperar sentadas a que algún día el equilibrio territorial vuelva a tener sentido.
Cupo para unos, más impuestos para otros
Y ahora, en el otro lado de la pista, aparece el segundo acto del gran número de Sánchez: la promesa de que va a cargar más a los que tienen más. Y no, no se refiere a los territorios que, gracias al cupo, estarán financiados a placer, sino a las personas. Porque, claro, en este escenario todo es posible. Por un lado, rompes la solidaridad entre regiones y, por el otro, te vistes de Robin Hood moderno, dispuesto a quitarles a los ricos para darles a los… ¿ricos catalanes? ¿O era para los amigos de la Generalitat? En fin, la confusión es parte del espectáculo.
El plan es tan absurdo que cuesta creer que sea real. Mientras Sánchez promete justicia redistributiva en lo personal, en lo territorial regala cheques en blanco a cambio de votos, dejando al resto del país mirando cómo sus presupuestos se evaporan. Pero no pasa nada, porque siempre podremos decir que estamos siendo “solidarios” con Cataluña. Eso sí, la solidaridad inversa, la que debería llegar desde Cataluña al resto de España, parece que se ha perdido por el camino. Se conoce que los GPS fiscales solo funcionan en una dirección.
El equilibrio imposible y el malabarismo fiscal
Lo verdaderamente fascinante es que, en el universo de Sánchez, todo parece encajar. Rompes la solidaridad entre territorios para pagar los favores de un pacto que te mantenga en el poder, y luego hablas de redistribuir la riqueza personal como si fuera la solución mágica a todos los problemas. Claro que, cuando se trata de los ricos territoriales, esos a los que concedes beneficios exclusivos, ahí ya no hay redistribución que valga. Si eres Cataluña, puedes disfrutar de tu propio paraíso fiscal en casa, sin que nadie te moleste.
Y así, mientras Sánchez sigue lanzando bolas al aire con su habilidad circense, el resto de España observa cómo el equilibrio presupuestario se desmorona. Comunidades autónomas como Madrid o Andalucía, que han trabajado para atraer inversión y bajar impuestos, se quedan ahora viendo cómo el gobierno les da la espalda, mientras Cataluña recibe su particular alfombra roja. Es el malabarismo fiscal en su máxima expresión: si haces suficiente ruido con una mano, nadie mirará lo que estás haciendo con la otra.
La gran ironía del poder
Lo más irónico de todo esto es que Sánchez aún tiene la osadía de presentarse como el adalid de la justicia social. Romper el equilibrio territorial no es suficiente, también se erige como defensor de los que tienen menos, cargando más impuestos a los que tienen más. Todo mientras concede privilegios fiscales a los territorios que más tienen y menos están dispuestos a compartir. La dualidad es tan absurda que casi parece una obra de teatro del absurdo, solo que esta vez no es Ionesco, sino Sánchez el autor del guion.
En este gran espectáculo, la moraleja parece ser que no importa lo que se haga, mientras el relato sea lo suficientemente bueno. Así, mientras seguimos debatiendo sobre cebolla o sin cebolla en la tortilla, nuestro presidente nos vende la idea de que podemos desmantelar la solidaridad fiscal entre regiones y, al mismo tiempo, luchar contra la desigualdad personal. Porque si algo ha demostrado Sánchez es que en su gobierno todo vale, siempre que mantenga el equilibrio suficiente para seguir en pie sobre la cuerda floja del poder.
Y ya se irá viendo, porque, al final, la coherencia es lo de menos cuando tienes un buen relato que contar. Y si el relato no cuadra, siempre queda la opción de firmar otro decreto.
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