Mientras desde su púlpito en La Moncloa, Pedro Sánchez afirma con una serenidad casi teatral que un acuerdo de financiación con el Partido Popular es «imposible» —no va a haber pacto, dice con firmeza— los medios de comunicación afines al PSOE miran hacia otro lado, como si el tema realmente no importara. No, aquí lo verdaderamente relevante es si Sánchez luce bien con corbata o si ese nuevo decreto de urgencia lleva la misma frescura que su anterior discurso. Y, mientras tanto, los titulares ignoran por completo los verdaderos temas de calado que afectan a millones de españoles: la financiación especial que se le quiere regalar a Cataluña y, cómo no, la famosa Ley de Amnistía que ha roto con la sacrosanta igualdad entre ciudadanos.
Ah, pero que no cunda el pánico, que para Sánchez y sus socios todo es perfectamente manejable, siempre y cuando puedan firmar un Real Decreto cada vez que la aritmética parlamentaria no les da para aprobar una ley. Es casi mágico, ¿verdad? Si no tienes mayoría, pues te inventas la manera de legislar a golpe de decreto. Fácil y rápido. El pequeño inconveniente, claro está, es que estas maniobras chapuceras están dañando la credibilidad de España. Pero bueno, ¿qué son unas cuantas portadas internacionales criticando la deriva autoritaria de nuestro país frente a la oportunidad de contentar a tus socios independentistas? Prioridades, amigos.
Los decretos salvavidas y el teatro parlamentario
Pedro Sánchez parece haberse convertido en un maestro del decreto express. Cuando la cosa no cuaja, cuando los números no suman, simplemente se saca de la manga un decreto con un giro de guion que ni los mejores guionistas de Hollywood habrían imaginado. No hay mayoría en el Congreso para aprobar una nueva ley, pues no pasa nada, siempre habrá un decreto con su sello. ¿Qué importa la separación de poderes cuando puedes convertir la democracia en una función de teatro donde todo está escrito de antemano?
Mientras tanto, sus socios de gobierno hacen la ola, aplaudiendo cada nuevo decreto como si se tratara de la octava maravilla del mundo, aunque ese mundo, el real, esté observando cómo la credibilidad del país se desploma. La imagen de España en el exterior está siendo erosionada por la continua manipulación del sistema democrático, convirtiendo lo que debería ser un gobierno legítimo en un circo donde cada función es más bochornosa que la anterior. Y lo peor de todo: el público, o sea, los ciudadanos, no pueden hacer más que mirar desde sus asientos mientras el espectáculo sigue adelante.
La solidaridad entre comunidades: un bien en peligro
Mientras Sánchez reparte cheques en blanco a Cataluña y prepara su alfombra roja aprobando bajo rodillo, leyes como ley de amnistía que deja de lado a los que creen en la igualdad entre españoles, los representantes de las comunidades autónomas gobernadas por el Partido Popular siguen luchando por mantener lo poco que queda de solidaridad territorial. En su esfuerzo por hacer frente a esta infame cesión de privilegios, están poniendo los intereses de toda España por delante de los de su propia comunidad. No es una lucha fácil, ni mucho menos. En un país donde la política de trincheras es la norma, alzar la voz para defender la igualdad entre regiones se ha convertido en un acto casi heroico.
Pero mientras estos representantes buscan evitar que Sánchez y sus socios destruyan el frágil equilibrio territorial, en La Moncloa todo sigue igual. Los cánticos a la unidad de España se escuchan menos que nunca, y parece que la única solidaridad que interesa es la que se utiliza para rascar votos independentistas. Y así seguimos, con un presidente que sigue firmando decretos como si fuera el único modo de gobernar, y unas comunidades autónomas cada vez más divididas, peleando por unos pocos derechos que ya no parecen tan constitucionales como antes.
El despertar que no llega (pero que llegará)
Claro, todo esto sería una divertida anécdota si no fuera porque mientras en España seguimos debatiendo si la tortilla debe llevar cebolla o no, Pedro Sánchez está fulminando la solidaridad entre regiones. Y no es que el cebollismo no tenga su importancia —vaya que sí—, pero tal vez deberíamos empezar a preocuparnos por cómo este gobierno está diluyendo la igualdad entre ciudadanos en pos de mantenerse en el poder.
Porque aunque ahora se intente tapar el sol con decretos, amnistías y pactos imposibles, España antes o después despertará. Y cuando eso ocurra, quizá Sánchez y sus acólitos tendrán que enfrentarse a la realidad de que los derechos constitucionales no son negociables. No se trata de ceder ante unos pocos para ganar un escaño más, sino de gobernar con la mirada puesta en el conjunto del país, en todos los ciudadanos, y no solo en los que te aplauden desde la grada. La historia nos enseña que los experimentos autoritarios no suelen acabar bien, y aunque por ahora el relato esté por encima del dato, tarde o temprano será el dato el que pondrá las cosas en su sitio.
Y ya se irá viendo, porque mientras tanto, en algún rincón de España, alguien sigue preguntándose si la tortilla sin cebolla sigue siendo tortilla. Pero esa es otra batalla.
- #PedroSánchez
- #PolíticaEspañola
- #DecretosSánchez
- #FinanciaciónCataluña
- #LeyDeAmnistía
- #GobiernoEspaña
- #SolidaridadRegional
- #DesigualdadTerritorial
- #PPvsPSOE
- #CrisisInstitucional
Añadir comentario