Hay personajes en la política que parecen haber encontrado su lugar como meros figurantes en la obra de otro. Patxi López ha logrado, no solo con maestría, sino con un entusiasmo asombroso, convertirse en el eterno bufón que le ríe las gracias a Pedro Sánchez. Y vaya si lo hace bien. Lo hemos visto aplaudir, sonreír, y, por supuesto, defender con desvergüenza el “todo vale” de su líder. Pero claro, cuando has decidido borrar de tu memoria los principios por los que te llamaron político, reírle las gracias a un presidente que juega a ser timador es lo menos que puedes hacer.
Pero, Patxi, hay algo que jamás podremos olvidar, aunque tú prefieras ignorarlo: el hecho de que fuiste lehendakari con los votos del PP. ¡Qué ironía! Sí, el mismo partido al que ahora miras con desprecio te colocó en ese trono vasco. Y ahora, te alineas con un gobierno que cierra acuerdos con quienes justificaron la violencia de ETA. Parece que a ti se te ha olvidado de dónde venimos.
No me malinterpretes, traicionar al PP es una cosa, pero traicionar a España y a las víctimas de ETA… eso no se olvida. Tú, que deberías haber sido un ejemplo de firmeza y dignidad frente a los asesinos que tanto dolor causaron, has decidido caminar del brazo de un gobierno que les concede beneficios y privilegios.
Lo grotesco es la facilidad con la que te alineas con este juego sucio. No sé qué es más trágico, si el hecho de que Pedro Sánchez haya convertido la política en una feria de promesas rotas, o que tú, Patxi López, estés ahí aplaudiendo como si no hubiera pasado nada. Porque lo fácil es reír, lo fácil es mirar para otro lado, lo fácil es fingir que aquellos días en los que los muertos de ETA llenaban los titulares de prensa son parte de un pasado que no merece ni una mención.
Eres el ejemplo del político que ha dejado de representar a un país para representar solo sus propios intereses. Porque lo único que parece importarte es conservar tu lugar en la mesa de los poderosos, aunque eso signifique traicionar a quienes dieron su vida por una España libre de terrorismo.
Así que, Patxi, sigue riendo, sigue aplaudiendo. Pero que no se te olvide que los que estamos aquí no olvidamos. Ni tu pasado, ni tus votos traicionados, ni a los muertos de ETA que tú, con tus aplausos y risas, estás pisoteando. El tiempo no perdona, y el país tampoco.
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