Todo ocurrió en una sesión parlamentaria que parecía rutinaria. El Gobierno, con su usual destreza para jugar con las palabras, presentó un paquete legislativo titulado «Ley de Protección de los Bosques y el Aire Limpio». Porque, ¿quién podría oponerse a algo tan noble? Incluso los más duros opositores a la política ambiental del Gobierno estarían de acuerdo en proteger las ardillas y limpiar el aire de las ciudades. Un éxito garantizado.

Lo que nadie sabía, ni siquiera el más astuto de los diputados de la oposición, es que en la página 57, en una nota al pie, un pequeño detalle cambiaba todo. Ahí estaba la verdadera joya: un artículo camuflado que decía algo como «en el caso de terroristas que hayan cumplido el 50% de su condena, la liberación anticipada será evaluada…». Sí, el Gobierno lo había hecho de nuevo. Como quien no quiere la cosa, entre hojas de robles y estadísticas sobre CO2, se abría la puerta para que los etarras salieran antes de tiempo.

Pero lo mejor estaba por venir. Al llegar el momento de la votación, tanto PP como Vox, tras un breve vistazo a los primeros párrafos —todo lleno de verdes praderas y aire limpio—, dieron su respaldo entusiasta a la ley. Porque, claro, ¿quién podría sospechar que un texto tan inocente escondía semejante trampa? ¡A favor! ¡Por los bosques, por el aire puro!

Horas después, mientras los diputados del Gobierno sonreían satisfechos en los pasillos, se desató el escándalo. En cuestión de minutos, las redes ardieron: «¡Liberación de etarras antes de tiempo!» Pero ya era tarde, el truco había funcionado a la perfección. «No podemos creerlo», dirían algunos, «¡PP y Vox votaron a favor!».

Los partidos de la oposición, atónitos y rojos de vergüenza, emitieron comunicados a toda prisa. «Ha sido un error de interpretación», diría el portavoz del PP. «Nos centramos demasiado en las ardillas», añadirían desde Vox. Pero las carcajadas resonaban en los pasillos del Congreso.

Al fin y al cabo, era un movimiento maestro del Gobierno: pasar de ecología a liberación de presos con un simple giro de pluma. Y mientras tanto, la oposición, en lugar de vigilar, se dejó embaucar por la nobleza de las ardillas. El final ya lo conocemos: etarras en la calle, bosques protegidos, y una oposición más despistada que nunca.

Añadir comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *