Ser autónomo en España es como correr una carrera de obstáculos interminable, donde cada vez que crees haber superado uno, el sistema se encarga de ponerte otro más alto. El último gran salto que deben dar nuestros autónomos es el de intentar acceder a la prestación por cese de actividad, ese “paro” que debería servir para ayudarles en los momentos más difíciles. Pero, ¡sorpresa!, si tienes una deuda, aunque sea de unos míseros 1.000 euros con la Seguridad Social, puedes olvidarte de esa ayuda. ¿Cotizaste durante diez años? Da igual. Lo que importa es que no pagaste tu cuota mensual y, claro, ahora estás desprotegido. Es como si el sistema dijera: “No pagas, no comes”. Literalmente.
Mientras tanto, en otro rincón del mundo…
Por otro lado, tenemos el caso del español que ha vivido toda su vida fuera del país, sin aportar ni un céntimo a la Seguridad Social española. Pues bien, si la cosa se pone fea para él en el extranjero, no hay problema. Basta con presentar su DNI y demostrar que tiene la nacionalidad española para acceder a ciertas ayudas económicas. ¡Voilá! Ni cotización, ni esfuerzos, ni años de sacrificios, simplemente por ser español. Y aquí es cuando nuestros autónomos se preguntan: “¿Cómo es posible que, habiendo contribuido durante años, me quede sin nada, mientras alguien que nunca ha trabajado en España recibe una ayuda?”
El autónomo vs. el español en el extranjero: una comparación dolorosa
Por un lado, el autónomo en España, que debe estar al día con cada euro que le debe a la Seguridad Social para poder acceder a una ayuda que, por cierto, tampoco es un regalo. No, señor. El autónomo ha cotizado religiosamente durante años, pero si en el momento de la necesidad tiene deudas, por pequeñas que sean, se queda fuera del sistema de protección. Es un “todo o nada” con poco margen para la flexibilidad.
Por el otro lado, un español en el extranjero que, aunque nunca haya cotizado, solo necesita su nacionalidad para recibir ayudas asistenciales. No importa si nunca ha contribuido, porque la condición es clara: solo tienes que ser español. Y, por supuesto, demostrar que estás en una situación de necesidad. En resumen, no importa si no has aportado nada, el sistema se encargará de ti.
Un sistema con reglas diferentes para los mismos ciudadanos
¿Qué ha llevado a esta diferencia de trato? ¿Qué pasa con esos autónomos que llevan años pagando sus cuotas, pero se ven excluidos por deudas mínimas? La explicación es casi poética: por un lado, el sistema protege a los emigrantes, asegurando que no caigan en la pobreza si sus países de residencia no les ofrecen suficiente cobertura social. Por otro lado, los autónomos, esos héroes de la economía, se enfrentan a un sistema contributivo que no da segundas oportunidades. Si no pagas, te quedas fuera.
La lógica es devastadora: si el autónomo está en una situación económica crítica y no puede pagar sus cuotas, el sistema le niega las ayudas que justamente le permitirían salir de ese bache. Es el círculo vicioso perfecto: no tienes dinero porque no tienes ayuda, y no tienes ayuda porque no tienes dinero. Mientras tanto, los que no han cotizado, ni en España ni en ningún otro sitio, reciben su ayuda sin problemas.
La sensación de injusticia: real y tangible
La verdad es que es fácil entender por qué tantos autónomos sienten que el sistema está en su contra. Trabajan, cotizan, aportan y, cuando más lo necesitan, una deuda mínima los deja fuera de cualquier tipo de protección. Y mientras tanto, hay otros que sin haber contribuido ni un solo día pueden acceder a ayudas solo por haber mantenido la nacionalidad.
Lo peor de todo es que, mientras los trabajadores por cuenta ajena tienen acceso a un paro más sencillo y con menos barreras, el autónomo tiene que hacer malabares con sus cuotas para poder mantenerse a flote. Porque, no lo olvidemos, las cuotas de la Seguridad Social no dependen de lo que ganen. Da igual si tuvieron un mes malo o si su negocio va a la quiebra; las cuotas deben pagarse sí o sí.
¿Y las soluciones?
¿Qué tal un poco más de flexibilidad? Los autónomos deberían tener la posibilidad de acceder a la prestación por cese de actividad, incluso si tienen deudas con la Seguridad Social. Después de todo, si el sistema les permite recuperar su estabilidad financiera, podrían regularizar sus pagos más fácilmente. Negarles la ayuda solo agrava el problema.
También podría considerarse una prestación asistencial para autónomos que han cotizado durante años y que se encuentran en una situación de necesidad, independientemente de si tienen deudas pendientes. Porque, al final del día, son ellos los que más han contribuido al sistema y los que más sufren cuando el negocio va mal.
La gran paradoja del sistema español
En definitiva, lo que este caso demuestra es que el sistema de protección social en España está lleno de contradicciones. Los autónomos, que son los que más aportan, son castigados con requisitos imposibles, mientras que otros, que nunca han contribuido, reciben ayudas solo por su nacionalidad. La justicia social parece haber pasado de largo para unos y abrazado sin reservas a otros. Y los autónomos se quedan, una vez más, viendo cómo las reglas del juego no juegan a su favor.
Añadir comentario